De cómo Ilsa llegó a Cinecittá

De cómo Ilsa llegó a Cinecittá y el “Duce” cambió la camisa  

Acababa el “Duce” de culminar su obra. La Italia fascista asistía sorprendida a la concreción de una hazaña. Si bien estaban acostumbrados a ellas – en apenas tres años se había construido el Coliseo Romano –  veían ahora a un Benito Mussolini hacer su entrada triunfal en la ceremonia inaugural de lo que sería “la mayor ciudad del cine en Europa”. Quince meses habían transcurrido desde la colocación de la primera piedra y un primaveral día  de abril de 1937, se inauguraba Cinecittá. Ya antes de la inauguración se había empezado a rodar “Escipión el africano”, y ante una multitud vestida de legionarios romanos, exaltado,  el líder arengaba sobre la patria y la conquista de Africa. Los emblemas del régimen, los fasci,  se inspiraban en la antigua Roma. Allí, en la vía Tuscolana, a sólo nueve kilómetros del centro histórico de Roma, se cumplía el sueño de lo que más tarde se llamaría la “Hollywood del Tíber”. “El epicentro del vacío cósmico justo antes del Big Bang” como la definiera Federico Fellini. 

Giovacchino Forzano apura su trago de “lemoncello”; nadie mejor que él conocía las condiciones sociales que habían permitido que el periodista del Pueblo de Italia y excombatiente  liderara la Revolución Fascista. La película “Camicia Nera, que había producido y dirigido en 1933,  relataba los diez primeros años del gobierno de Mussolini. 

Imita el gesto plebeyo del “Duce”, y coloca sus manos en las caderas, en actitud desafiante. Comienza a imaginar un nuevo guión. El título lo tiene, será: “Historia de locos, satanistas y aventureros”. La casa encantada de los cuentos empieza a cobrar vida en su interior y una  nueva sala se ve de a poco habitada por extraños personajes.  No abandonarán ya más el lugar. Escondrijos secretos de los que salen  enanos endiablados, bufones deformes, locos que acusan a otros de delitos que ellos cometen y la novia de satán,  convivirán en una rara armonía durante el tiempo que le tome escribir la obra. A los dos años, un esbozo preliminar ve la luz. Entretando, se ha ido relacionando con grupos afectos a cultos satánicos y su conducta se ha ido modificando a tal punto que sus amigos no lo reconocen. La declaración de guerra lo encuentra en medio de este proceso creativo. Llevará a sus personajes al campo de batalla y su película será propaganda del régimen. La transformará en una proclama política que hará frente a los postulados de Jean Renoir ; no habrá quienes entonen la marsellesa con orgullo para protestar por la soberbia nazi, como en “La gran ilusión”  y en “Casablanca”, la obra tan premiada de Michael Curtiz.   Escribe febrilmente  y cuando ya la tiene casi terminada, la noticia del bombardeo que destruye Cinecittá, lo sorprende con las últimas páginas en blanco. El golpe es demasiado fuerte. Nada tiene sentido ya.  Enfurecido, decide cambiar abruptamente el final imaginado. Entonces escribe: Entre las ruinas de lo que alguna vez fue su sueño,  el “Duce”, con una camisa blanca hecha jirones,  dice llamarse Ilsa y se lo oye repetir: “desde la pantalla, Humphrey Bogart dijo mi nombre, ¿dónde está Rick?”.     

Una respuesta to “De cómo Ilsa llegó a Cinecittá”

  1. guardapolvoblanco Says:

    Una página interesante para «cinéfilos»
    http://www.revistasculturales.com/articulos/67/archivos-de-la-filmoteca/58/2/mussolini-en-el-cine-estrategias-de-hibridacion.html

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