Emily

EMILY  (en honor a Emily Dickinson)

     “En los jardines flotantes de Babilonia…”, alcanzó a escribir Emily, pero no pudo continuar. La tristeza se había apoderado de su espíritu desde que había leído la bella historia de Nabucodonosor II, el gran guerrero y conquistador, ese arquitecto que después de dotar a Babel –así se la llamaba en la Biblia- de construcciones monumentales, había decidido reproducir los montes y colinas entre los cuales se había criado su amada esposa Amytis, la princesa meda que añoraba la exuberante vegetación que evocaba al recordar los coloridos paisajes de su infancia. Rompió en llanto y decidió arrojar al cesto, ese papel ajado sobre el cual había escrito la primera oración de lo que pretendía fuese un cuento. ¿O lograría escribir un poema, de esos que surgían espontáneamente cuando se recluía en su pequeño escritorio, que olía a nogal,  y se sentaba en la hamaca giratoria de roble delante de la vieja escribanía con incrustaciones de oro y marfil? Aislada en su casa de Amherst, escribiendo muchas veces a la luz de una vela, sabía que las palabras que lograba volcar fuera, la libraban de la pesada carga que cada día la agobiaba con mayor intensidad. Solía refutar a aquéllos que decían que  “la palabra muere cuando se dice”, y sostenía, por el contrario que “en ese momento comienza a vivir”. Y al darles vida,  recuperaba su propia vida. Vida que se había ido extinguiendo de a poco, como consecuencia de ese amor torturado que sentía y que la había llevado a aislarse. Ya nada le interesaba de lo que ocurría fuera de las paredes que la protegían del dolor de sus recuerdos. ¿Y qué certeza había sobre la veracidad de los datos históricos? ¿No sería cierta acaso la leyenda que existía sobre los jardines colgantes? Tal vez su construcción datara de cinco siglos atrás, de finales del s. XI a. de C., cuando Shammuramat,  Semíramis para los griegos  gobernara el imperio asirio como regente de su hijo Adadnirari III, luego de la muerte del rey Shamsidad V. Nuevamente se quiebra Emily, cuando descubre que la legendaria reina  termina sus días suicidándose por el dolor que le produce la traición de su hijo, la conjura urdida contra ella. Las ruinas a orillas del Eúfrates le recuerdan su propia ruina, su propia decadencia.  La conquista de los persas marca el inicio del fin de la ciudad, semiderruída cuando Alejandro Magno la visita, hacia el 326 a. de C.   No continuará leyendo, cerrará el libro y saldrá al jardín. El croar de un sapo le recuerda algo. Y entre susurros, alcanza a musitar unos versos.“Yo no soy nadie ¿y tú? ¿Tú quién eres? ¿Eres también nadie? Somos pues un par. No lo digas; sabes que nos echarán. ¡Qué terrible ser alguien! ¡Qué público, como la rana decir tu nombre todo el día al pantano que te admira!” Y así, sabiéndose totalmente olvidada, sin darle importancia a su obra surgida del sufrimiento por ese amor no correspondido, una y otra vez, vuelve a dibujar sentimientos en hojas amarillentas arrancadas al azar. Luego al morir, pide a su hermana que queme todos sus versos; sueña con un incendio como el que terminó con  lo que posteriormente  fuera considerada una de las siete maravillas del mundo. Pero esta vez no será  el parto Evemero el que prenda el fuego; el fuego inmortal lo habrá prendido  alguien,  al negarse simplemente a cumplir con su deseo… 

Nota: en honor a Emily Dickinson (1830-1886), de la cual se dice que a causa de un amor no correspondido, se aíslo en su casa de Amherst y abandonó todo contacto con el mundo; en papelitos anotaba sus impresiones acerca del amor, de la vida, de la naturaleza, de la muerte. Al morir, rogó a su hermana que quemase todos sus versos.   

3 respuestas to “Emily”

  1. guardapolvoblanco Says:

    Los versos:
    “Yo no soy nadie ¿y tú?/ ¿Tú quién eres? ¿Eres también nadie? /Somos pues un par. /No lo digas; sabes que nos echarán. /¡Qué terrible ser alguien!/¡Qué público, como la rana decir tu nombre todo el día al pantano que te admira!”/,
    pertenecen, por supuesto, a la autora.
    Sobre Emily Dickinson y su vida:
    http://www.ciberoteca.com/search/autor_mes.asp?idAutor=15

  2. guardapolvoblanco Says:

    Publicado en el Foro de Cuentos de La Nación (4/3/2007).

  3. Ignacio Elizalde Says:

    Me gustó mucho este cuento y las páginas que recomendás son muy interesantes.

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