La tragedia del Perú

agosto 16, 2007

La tragedia vivida por nuestros hermanos peruanos, desgarra hoy a los argentinos.

Quiero reproducir unas palabras escritas por Agustina (depoetasydelocos), en el Foro de Cuentos de La Nación.

«Debajo de los escombros sólo queda indemne la cruz de la iglesia, se apagaron los gemidos, preludio de la cercanía de la muerte.
La vida me llevó a conocer un poeta que ama a su tierra limeña, muchas veces me arrancó una sonrisa cuando estaba triste, cuenta sus anécdotas como nadie, gracias a Él conocí unos pájaros que habitan en su tierra, me presentó a Maritza su novia de la juventud, impactaba su vestimenta.
Hoy es todo desolación, destrucción y sangre.
Querido José este cuento es para vos …»

Homenaje al querido forista José Ñique (jasonpe), que nos ha traído la magia de su pueblo, a través de sus conmovedores relatos en el foro.

El reflejo

agosto 15, 2007

EL REFLEJO

Solía aparecérsele a Doménico, en forma recurrente y como pintada al temple,  la imagen de una ménade vestida con una túnica azulada. Agachada junto a un lecho desplegaba sus pliegues verdinegros sobre el cuerpo desnudo de un sileno. Debajo de la cama un satirillo, en el aire danzando los silfos, la bella y grácil dama portando entre sus manos un tirso le sonreía expectante; la bacanal  parecía preparada para su recibimiento.

El cabello rizado era del color exacto del pelaje del asturiano que a veces, en sueños, venía a buscarlo. Un día sin embargo, diferente a cualquier otro, sintió dentro de sí extrañas conmociones. Comenzó a escuchar voces, bien nítidas, las de los apóstoles Pablo y Pedro, que habían muerto decapitados y crucificados bajo el reinado de Nerón,  portavoces de la nueva religión nacida en la lejana Palestina. Un nombre, Jesús, horadaba lentamente la conciencia de Doménico. ¿Acaso quería  morir como el odiado emperador, del cual su padre había dicho:“de Agripina y de mí sólo puede nacer un monstruo”?

Un veinticuatro de junio, día de San Giovanni, mientras los álamos, los sauces y las moreras susurraban secretos al viento, Don Doménico Giuseppe  Corinaldesi entregaba su alma a Dios. Sus últimas palabras retumbaban en el paisaje ondulado de las colinas, a espaldas de la llanura; allí donde montaba al caer la tarde un asturiano, que las noches de plenilunio se convertía en mujer. La misma  que perseguía sus sueños y se reflejaba, bajo la luz de la luna,  en las aguas del Po.    

He decidido terminar con ella

agosto 10, 2007

He decidido terminar con ella  

He decidido terminar con ella.

Me cansé de sentirla a mi lado siempre, anidada detrás de mi espalda.

Me cansé de sentir su opaca, neblinosa y asfixiante presencia, un paso atrás pero insistente en su empecinada persecución.

Hoy he decidido enfrentarla.

Cada vez que doy un paso, sé que ella -implacable-  lo estira, burlándose de mi escala.

Y este juego delirante en que se atribuye caprichosamente la reinvención de mis movimientos me llena de exasperación, de impotencia y furia.

Varias veces intenté plantármele delante para, mirándola a los ojos,  poder confirmar su existencia. Sólo logré toparme con los insolentes límites de su ausencia.

Siento que hoy es el día, sin embargo.

Decidida a despojarme de ella, he resuelto seguir sola mi camino, no permitiendo más este impúdico juego del encierro. He decidido que me abandone para siempre.

Corro hacia fuera, con la pretensión de que no sólo yo sino otros  puedan ser testigos de esta historia.

Sé que te encontraré, una vez más.

Pero al intentar despojarme de ti, sombra mía, olvidé que hoy es un día nublado.

Mi «punto» (II)

agosto 10, 2007

MI «PUNTO» (II)  

Eres mi punto crítico, mi punto encaje, el punto de sutura que cierra todas mis heridas.
Eres mi punto de inflexión, mi punto de transición, el punto equinoccial que une mis primaveras y mi otoño.
Eres el punto vernal de mi hemisferio norte.
Eres el punto principal, cuando mi mirada se descubre en tu horizonte.
Eres el punto isoeléctrico que coagula mi sangre.
Eres mi punto Curie, por encima del cual me vuelvo bruscamente paramagnética.
Eres mi punto de apoyo.
Eres ese punto, al que define una letra mayúscula…
(la de tu nombre).
Y cuando te digo todo esto, sabés bien que estoy «a punto»…
(de llorar).

Mi «punto»

agosto 9, 2007

MI “PUNTO”  

Eres mi punto y mi coma, mis puntos suspensivos, el punto seguido que separa cada intento, el punto aparte que nos permite un respiro. Mis puntos cardinales, los cuatro arcos en que divido mi horizonte. El medio punto que corona la bóveda del altar en que te encuentro. Mi punto de ebullición, mi punto de congelación, mi punto de fusión. Mi punto de vista, el que abarca todos los paisajes conocidos y por conocer. Mi punto triple en que soy los tres estados de la materia, sólido como  mi cuerpo, líquido  como el fluir de mi conciencia,  vaporoso como las gotas que forman las nubes. Eres mi punto de coincidencia, mi punto de referencia, el punto aquél en que se unen todos los destinos posibles. Eres el punto de incidencia en que tu luz se refleja en mi vida y la devuelve. Eres el punto en que se produce la amalgama perfecta entre dos, el más fácilmente fusible, el de cristalización, el de aleación. Eres finalmente el punto que se replica en punteado y con suaves toques en el lienzo dibuja la más bella pintura. Eres cada uno de los puntos con los que bordo mis días. Eres cada rasgido de la cuerda que, cadenciosamente y como suspendido en el aire, trasmite el punteo. Eres a la vez tierra y agua, silencio en el ruido, estrépito en la mansedumbre, mudez sonora, negación afirmativa. Eres  “marble like solid moonlight” and “frozen fire”, como alguna vez dijo el poeta.

Eres finalmente y solamente “mi” punto. 

No hay adioses eternos contigo

agosto 9, 2007

No hay adioses eternos contigo

Increíble fragilidad la que me lleva a sentir que soy capaz de amarte más allá de la vida, de la tuya y de la mía. Qué es el cuerpo sino esta cáscara vacía que como autómatas nos guía cada día, indicándonos acciones. Ni un paso fui capaz de dar en tu dirección, quizá porque no necesitaba caminar para encontrarte. Tampoco quise verte, tal vez porque te veía en todas partes.  Qué es lo que me sucede ahora, cómo explicarme esta nada que es todo al mismo tiempo. Sin dormir te sueño, sin tocarte te acaricio, sin querer te imagino y en cada respiración renaces a mi lado, cuando lo que desearía es exhalar el último suspiro.  Dónde estás amor que no te encuentro en ningún lado, pero sin embargo ocupas todo mi tiempo y espacio. En el duermevela en que te esfumas adivino el mágico contorno de tu sombra y atravieso los límites difusos de la vigilia para comprobar que no te tengo y que tal vez en una dimensión que no conozco hayas decidido, quizá, permanecer a mi lado para siempre.  

   Por el camino de la vida te encontré /        A tu lado estoy y estaré /     Sólo si me lo pides me iré  /     Ella, la muerte, iba vestida de rosa   /   Distraída, naive y primorosa /   Nos cruzamos, le hice un guiño /  La cubrí con un manto de armiño /  Tiembla, tiene frío, sola está /    No temas, ya no volverá.   /  

   Volvió ella, esta vez a tu lado  / A decirte al oído “ven conmigo”  / Replica mi corazón desolado: /  En el cortejo fúnebre no estoy /  No hay adioses eternos contigo  / Mi ayer seguirá siendo el hoy.          

Agradecimiento

agosto 6, 2007

A los que visitan esta página, un agradecimiento especial por el estímulo que significa el haber logrado en apenas dos meses superar las 3000 entradas al blog. Gracias por el tiempo dedicado a la lectura y por los comentarios a los cuentos. 

Papel picado (el enigma de Huixcolotla)

julio 28, 2007

Papel picado (el enigma de Huixcolotla)

Guadalupe, Lupe, Lupita o Pita, como solía llamarla cariñosamente su padre, era la hermana menor de Concepción y la prima de Jovita. Hijas de Chamanec y de Cuauhtémoc, tenían un  único hermano  que había recibido un nombre indígena  siguiendo la tradición familiar.  El joven se llamaba Cuitláhuac. Habían nacido en San Salvador de Huixcolotla, en el estado de Puebla, allí donde el valle del Tepeaca da paso a un paisaje diferente  con vegetación  achaparrada y abundancia de arbustos, especialmente el huixtle, al cual debe su nombre. Siendo muy niños se entretenían buscando esas espinas torcidas que acostumbraban guardar y con las cuales se dedicaban a perforar hojas de papel. Habían visto a casi todos sus conocidos hacer eso  y en particular a su padre del cual se enorgullecían porque era uno de los mejores artesanos del lugar considerado  “la cuna del papel picado”. Durante las fiestas  las calles del pueblo, como era común en otros lugares de México, se vestían de innumerables trozos coloridos, artísticamente labrados con diferentes imágenes. El día de los muertos se celebraba especialmente y entonces solían sentir miedo.  Les habían contado que ciertos espíritus no habían logrado ser protegidos en su camino al Mictlan porque se habían olvidado de colocar esos papeles junto a sus cuerpos al morir. A veces se escuchaban llantos de niños y algunos decían que eran los que los aztecas habían sacrificado en sus rituales de adoración a los dioses. El misterio siempre rondaba estas historias contadas en voz baja, generalmente cuando se reunían por las  noches  después de haber ayudado a su padre con la ornamentación. Cuitláhuac era muy religioso y se había transformado en el protegido del cura de la parroquia del Divino Salvador. Cuando asistía a misa los domingos, después de los oficios religiosos, solía contemplar un largo rato esa pintura que tanto le impresionaba donde Lázaro por obra de Jesús resucitaba. Pensaba que no le gustaría  ver con vida a un muerto  y no podía evitar que cierto terror se apoderara de él. No entendía que alguien pudiera volver de la muerte y mucho menos que reapareciera en idénticas condiciones.  Había aprendido a picar papel y realmente debía apurarse porque se acercaba el 6 de agosto y quería colaborar con la celebración de “El Divino Salvador”, que era el patrón del pueblo. Entre las piedras desgastadas alrededor de la fuente había escondido el pequeño estilete que usaba para trabajar.  Nadie había podido explicarse nunca la rapidez prodigiosa con la que perforaba las hojas  y las viejas del pueblo solían decir que era cosa  del demonio, porque sólo alguien que estuviese bajo una poderosa influencia sobrenatural podía lograr que cientos de láminas en una noche y con la perfección con que él lo hacía, mostraran esos complicados dibujos en los que curiosamente siempre aparecían las mismas iniciales. Ante la pregunta de a quién pertenecían  sólo recibían el más hosco de los silencios y en ocasiones alguna reacción violenta que las obligaba a callar de inmediato. El jovencito solía decir que cuando caía el sol y se acercaba la hora en que sus hermanas se iban a dormir,  una voz interior le indicaba que debía recluirse en el cuartito de los materiales  y comenzar su minuciosa tarea sobre la mesa pintada de azul a la que rodeaban tres sillas de paja de color amarillo, verde y violeta. El amarillo, decía, ahuyentaba los malos espíritus,  el verde invocaba a su santo preferido  y el violeta representaba el color predilecto de un amigo a quien dedicaba sus obras, cuyo nombre jamás habían oído pronunciar.

El cuerpo de Fray Bartolomé Rivas reposaba en una pequeña capilla en las afueras del pueblo y había sido objeto de innumerables conjeturas desde que su tumba había sido profanada. Se ignoraba qué objetos habían desaparecido, aunque sorprendía la ausencia de papel picado y muchos temían que a causa de eso no pudiera alcanzar la paz eterna. Algunos sostenían haberlo visto errante por las proximidades y todos habían dejado de visitar por temor los alrededores. Entre Cuauhtémoc y su hijo existía un pacto tácito, cada uno respetaba el trabajo del otro y el padre había sido obligado bajo juramento a no preguntar sobre  lo que él guardaba en un cofre escondido en el sótano. Fue Jovita quien un día, presa de la curiosidad propia de los niños, decidió bajar los escalones que conducían a esa habitación que siempre permanecía cerrada. El viejo baúl, cuyos goznes enmohecidos cedieron rápidamente a la primera presión y cuya antigüedad llamó la atención de unos turistas a quienes había recibido,  dejó ver una colección de papeles intactos con una técnica particularmente refinada. No hubo regateo; los visitantes ofrecieron la suma que ella pedía. Cuando la desaparición de Cuitláhuac llevaba ya varios días, se vio obligada a confesar el episodio. Entonces recordaron que había sido horas antes del cumpleaños de Concepción, la primera vez que su hermano le había regalado esa tira de papel picado que  había  calado con  rapidez sorprendente con ese estilete que nunca supieron de dónde había salido. El mismo que tenía en una de sus manos el párroco del Salvador, semanas después,  cuando apareció muerto de un infarto. En su mango podían leerse claramente las iniciales: FBR.  

De corsarios y berberiscos

julio 28, 2007

De corsarios, berberiscos y de “un tal de Saavedra”.  

Había embarcado en Nápoles rumbo a España. Atrás quedaba el recuerdo de la batalla que había dejado consecuencias irreparables en su cuerpo, como esa secuela en su mano izquierda, herida por un arcabuzazo, de los varios que había recibido. La gloria militar le permitía vislumbrar un futuro diferente, y ésa era la razón por la cual atesoraba las cartas que le garantizarían a su  regreso la posibilidad de una nueva vida, a partir de la recomendación de Juan de Austria y del duque de Sessa.  Le llamaban “el manco”, aunque en realidad no lo era en rigor; una inmovilidad permanente no iba a impedirle seguir adelante con su vida de desafíos constantes.  Otro soldado como él, su hermano menor Rodrigo,  observaba las velas de la pesada embarcación desplegadas al viento, cuyo  nombre conjuraba temibles tormentas de las tan comunes en el mar.  La galera “Sol” ponía proa hacia el mediterráneo, comandada por su íntimo amigo, el valiente capitán Gaspar Pedro. Después de muchos días de navegación, cuando ya se divisaba la península ibérica,  cerca de Palamós, en la Costa Brava, fueron interceptados por piratas berberiscos. Todo era agitación cuando, sorprendidos, no pudieron impedir que se apropiaron de la nave. Luego de una lucha intensa,  se hicieron del botín que en este caso incluía a ese   extraño personaje. Las cartas de la corona hacían suponer que se trataba de alguien por quien podían conseguir un rescate importante,  y tomarlo como rehén era garantía de poder lograrlo. Pusieron rumbo a Argel, donde se iniciaría el cautiverio. Transformado en esclavo del rey, de nada le servirían ya ni las calzas ni los jubones ni las capas ni los muchos ornamentos que traía en sus baúles. Se habían apoderado de todas sus pertenencias. Cinco largos años transcurrieron y en el norte de Africa descubrió una sociedad muy diferente a la conocida, que hacía un verdadero culto al hedonismo, plena de sensualidad, donde los hombres podían tener varias mujeres, y hasta algún “bardaj” les era permitido. La bella hija de Agi Morato, renegado esloveno y diplomático, Zahara,viuda del sultán Abd-el-Maleck, casada en segundas nupcias con Hasán Bajá Veneciano, se transforma en su protectora. La libertad le llega primero a su hermano, es necesario reunir más dinero para salvarlo. Mientras tanto, y después de varias huídas fallidas, escribe. Es su manera de sentirse libre.  Su imaginación recrea fantásticas aventuras. Una noche de luna decide escapar más allá de las fronteras.  Sabe que la palabra “sahara” en árabe significa desierto. Sitúa allí la acción. Un escenario mágico se puebla de tiendas rectangulares tejidas con pelo de cabra y de una multitud de hombres vestidos con túnicas blancas. Piensa en el calor intolerable de día y en el frío por las noches. Relata la vida errante de esta gente. Describe con su pluma brillante las tormentas de arena, y cómo éstas sepultan a los animales muertos. Recuerda  que esas tribus rinden culto a los astros que les sirven de guía. Cada constelación es objeto de una veneración particular, según de qué grupo se trate. Después de haber hilvanado una historia, y de recordar que “la pluma es la lengua del alma”, decide entonces Cervantes terminar su relato con la siguiente frase “…los camellos descansaron sobre las dunas, las fogatas reunieron a los hombres dispersos, la oscuridad del cielo cubrió sus cabezas y los beduinos miraron las estrellas”.                    

De cómo Ilsa llegó a Cinecittá

julio 9, 2007

De cómo Ilsa llegó a Cinecittá y el “Duce” cambió la camisa  

Acababa el “Duce” de culminar su obra. La Italia fascista asistía sorprendida a la concreción de una hazaña. Si bien estaban acostumbrados a ellas – en apenas tres años se había construido el Coliseo Romano –  veían ahora a un Benito Mussolini hacer su entrada triunfal en la ceremonia inaugural de lo que sería “la mayor ciudad del cine en Europa”. Quince meses habían transcurrido desde la colocación de la primera piedra y un primaveral día  de abril de 1937, se inauguraba Cinecittá. Ya antes de la inauguración se había empezado a rodar “Escipión el africano”, y ante una multitud vestida de legionarios romanos, exaltado,  el líder arengaba sobre la patria y la conquista de Africa. Los emblemas del régimen, los fasci,  se inspiraban en la antigua Roma. Allí, en la vía Tuscolana, a sólo nueve kilómetros del centro histórico de Roma, se cumplía el sueño de lo que más tarde se llamaría la “Hollywood del Tíber”. “El epicentro del vacío cósmico justo antes del Big Bang” como la definiera Federico Fellini. 

Giovacchino Forzano apura su trago de “lemoncello”; nadie mejor que él conocía las condiciones sociales que habían permitido que el periodista del Pueblo de Italia y excombatiente  liderara la Revolución Fascista. La película “Camicia Nera, que había producido y dirigido en 1933,  relataba los diez primeros años del gobierno de Mussolini. 

Imita el gesto plebeyo del “Duce”, y coloca sus manos en las caderas, en actitud desafiante. Comienza a imaginar un nuevo guión. El título lo tiene, será: “Historia de locos, satanistas y aventureros”. La casa encantada de los cuentos empieza a cobrar vida en su interior y una  nueva sala se ve de a poco habitada por extraños personajes.  No abandonarán ya más el lugar. Escondrijos secretos de los que salen  enanos endiablados, bufones deformes, locos que acusan a otros de delitos que ellos cometen y la novia de satán,  convivirán en una rara armonía durante el tiempo que le tome escribir la obra. A los dos años, un esbozo preliminar ve la luz. Entretando, se ha ido relacionando con grupos afectos a cultos satánicos y su conducta se ha ido modificando a tal punto que sus amigos no lo reconocen. La declaración de guerra lo encuentra en medio de este proceso creativo. Llevará a sus personajes al campo de batalla y su película será propaganda del régimen. La transformará en una proclama política que hará frente a los postulados de Jean Renoir ; no habrá quienes entonen la marsellesa con orgullo para protestar por la soberbia nazi, como en “La gran ilusión”  y en “Casablanca”, la obra tan premiada de Michael Curtiz.   Escribe febrilmente  y cuando ya la tiene casi terminada, la noticia del bombardeo que destruye Cinecittá, lo sorprende con las últimas páginas en blanco. El golpe es demasiado fuerte. Nada tiene sentido ya.  Enfurecido, decide cambiar abruptamente el final imaginado. Entonces escribe: Entre las ruinas de lo que alguna vez fue su sueño,  el “Duce”, con una camisa blanca hecha jirones,  dice llamarse Ilsa y se lo oye repetir: “desde la pantalla, Humphrey Bogart dijo mi nombre, ¿dónde está Rick?”.